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lunes, 6 de junio de 2011

La Ley de la Vida




La Ley de la Vida
por Daniel González Acuña

El espectáculo que atónico contemplaba no me dejaba de impresionar. Es más bien triste, pingüinos lerdos que sin entender cómo les roban sus crías, siguen en el nido sin saber que hacer. Otros intentan defender a su prole, pero las skúas -audaces y rápidas- cogen el polluelo con su largo pico, se lo llevan vivo, lo despedazan y luego engullen en cosa de segundos.

Por otro lado, las palomas antárticas deambulan entre los nidos y se alimentan de los excrementos de los bípedos y cada vez que pueden, aprovechan de robar un polluelo y matarlo a picotazos o de romper sus huevos cuando estos son desatendidos por sus padres y de esta forma tomar su nutritivo líquido.

Me tengo que conformar con estas tristes escenas, las skúas y palomas antárticas viven en esta época de los descuidos de los pingüinos. Y no sólo estas especies sobreviven a costa de los queridos pingüinos, hay una trama trófica que se desarrolla en torno a estas emblemáticas aves que sustenta numerosas especies de este continente, un testimonio digno de narrar.

La evolución de esta historia es fascinante si se le mira con ojos fríos. Muchas especies se encuentran involucradas en esta pirámide alimenticia, donde los plumíferos toman un rol protagónico. Hay muchas especies que se han adaptado en alimentarse ya sea de los excrementos, de sus plumas, sangre, tejidos, etc.

El pingüino -de movimientos torpes sobre tierra- se ha adaptado fenomenalmente a la natación, es un verdadero pez que alcanza velocidades de hasta 36 kilómetros por hora, lo mismo que Usain Bolt en sus 100 metros planos. De esta forma puede capturar peces y krill para alimentarse, sin embargo, esta gran capacidad natatoria le sirve principalmente para huir de sus depredadores, cualidades que son tan admirables como las que han adquirido otras especies que rodean al pingüino en su lucha por sobrevivir.

Nuestro proyecto persigue estudiar la garrapata Ixodes uriae como vector de importantes enfermedades en los pingüinos en territorio antártico. Para cumplir con los objetivos que nos hemos propuesto, estamos analizando el ambiente donde estos viven y a los propios pingüinos les tomamos todo tipo de muestras: Tórulas de cloaca y traqueal en busca de virus, hongos y bacterias, muestras de sangre para detectar hemoparásitos, heces en busca de parásitos gastrointestinales, hemos analizado el plumaje en busca de ectoparásitos; hasta ahora hemos encontrado garrapatas y piojos. El resto esperamos encontrarlo durante los análisis en laboratorio que es la pega que haremos durante el año.

Hemos levantado piedras en busca de la mencionada garrapata y nos hemos sorprendido al encontrar bajo sus nidos, miles de ácaros que a simple vista pertenecen al grupo de los Oribatidos, ácaros de vida libre que aprovechan los excrementos de aves como fuente nutritiva. También, bajo las grandes piedras cercanas a las colonias de nidificación, hallamos grandes agrupaciones de varios cientos de garrapatas, estas se congregan en determinados lugares atraídas por sus propias feromonas; garrapatas en todos sus estadios, unas recién muertas rodeadas de huevos recién puestos, otras recién mudando a ninfas o adultos, muchas recién alimentadas y repletas de sangre de pingüinos.

Si seguimos contemplando este ensamble alimenticio y analizamos hacia arriba en la escala evolutiva, veremos a los depredadores de polluelos -además de skúas y palomas antárticas- también entran en la lista, las gaviotas dominicanas y los petreles gigantes antárticos.
Las gaviotas, mucho menos abundantes que en el centro de Chile, han sido reprimidas por las skúas, ave con más fortaleza y habilidad carroñera y pirata que la gaviota. Los Petreles, menos abundantes pero muy eficientes en el ataque, con vuelos rápidos embiste certeramente las colonias de pingüinos y en segundos roban polluelos que en el aire los engulle.

Todos estos depredadores hacen que el éxito de cría de los pingüinos vaya disminuyendo. Cálculos extraoficiales que hicimos en la Base O ́Higgins, nos indican que no más del 50 % de los huevos ovipuestos llegan a tener éxito, el resto queda en el camino. Y bueno, la historia no termina, aquellos pingüinos que logran llegar a adultos, una vez que ingresan al mar, no descansan, estos deben defenderse de los grandes depredadores marinos.

Rápidos mamíferos que consiguen capturarlos a pesar de la gran habilidad de estas aves para huir. Contemplar las orcas como cazan en organizados grupos, no sólo pingüinos, sino que también focas y lobos, es espectacular. Como la naturaleza ha preparado a estos cetáceos para sobrevivir, formar ordenadamente una línea y así acorralar a sus víctimas. O ver como la foca leopardo, un depredador por excelencia, da captura a pingüinos en el agua, es recordar la historia del guepardo o chita cazando la gacela en África, escenas que no dejan de impresionar.

Observar como posterior a la captura, el depredador mantiene al pingüino vivo y juega con el animal maltrecho y ensangrentado hasta que finalmente, después de un par de minutos, lo engulle. Es una historia que se ha desarrollado y a su vez pulido durante millones de años, predados y predadores, cazador-cazado, una historia que no debe dar pena, es la vida que da más vida, es la historia natural de la vida.