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jueves, 26 de mayo de 2011

El Pingüino Papua




Mis queridos pingüinos
por Daniel González Acuña

Estar instalado en una base antártica rodeado por más de seis mil pingüinos que siguen su rutina -casi sin importarle la presencia humana- es una hermosa sensación. Más aun si lo que ha movido mi vida han sido los animales silvestres, su inocencia, hermosura, y sobre todo su gran adaptación a las distintas condiciones del ambiente... El caso de los pingüinos es fenomenal.

Al acercarnos en el sodiac a la base Gabriel González Videla -esto pasando el paralelo 64- ya se escuchaba el constante trompeteo de estos animales que con una ternura sin límites, están en estos días dedicados a criar sus polluelos.

Un científico español me preguntaba como se le ocurrió a nuestros antepasados chilenos instalar una base militar en medio de una pingüinera... yo sin saber que decir, le respondí que cuando se construyó hace 60 años, los animales silvestres no eran un tema de importancia, no existían leyes de protección ni estudios de impacto ambiental, reconozco que respondí eso si entenderlo yo tampoco...

Lo interesante de esto es que en esta base los pingüinos se adaptaron a los humanos y ahora conviven con ellos sin estresarse. La mansedumbre de los bípedos impresiona. No le temen al humano. Tal así que casi se dejan acariciar. Y por el contrario, los humanos que ahí deben pasar toda la temporada estival, rápidamente se acostumbran al intenso olor a excremento que domina el ambiente.

Con su gracioso meneo, erguidos y las aletas hacia atrás, caminan confiados entre las construcciones humanas en busca de su nido. Unos vienen de vuelta con el estómago repleto de comida para regurgitarla a sus polluelos y otros van al agua a cazar, fueron recién relevados.

Cada año, después de realizar sus desconocidas migraciones, en el mes de noviembre llegan los poco más de seis mil pingüinos a establecerse con sus parejas y a buscar un sitio en donde instalar su nido.

El pingüino papua utiliza pequeñas piedras con las que les da la forma al nido. La pelea por el espacio y por las piedras puede llegar a ser campal. En la medida que la nieve se va derritiendo y así dejando espacios libres, los más aguerridos van ganando su espacio y comienzan a construir y a defender su nido.

Pacientemente buscan las piedras que serán la base del hogar, hacen un cono y defienden esas piedras a muerte. La conquista no es con una flor, es con lo único que acá hay, piedras... El tamaño y la forma debe agradarle a la hembra y así el macho puede obtener los favores de la hembra. Esta pelea por las piedras continúa durante toda la nidificación, unos incluso, más ladrones que otros, esperan el descuido de una pareja para robarle la piedra al vecino y así llevarla a su pareja.

Los nidos están a pocos centímetros uno de otro, al echarse sobre los huevos no deben alcanzarse con el pico, o de lo contrario es pelea segura. Son muy organizados y no dejan nunca el nido solo, se relevan. Mientras uno se alimenta, el otro mantiene el nido, cuida las piedras, los huevos y/o polluelos.

La hembra pone un par de huevos a fines de noviembre y así comienza la incubación. Los huevos los localizan cuidadosamente sobre las membranas de los pies y lo cubren con una zona en el abdomen que ellos mismos despejan de plumas, el llamado parche incubatorio.

Comienza el resguardo frente a los depredadores, principalmente palomas antárticas y skúas. A los 35 días de incubación -días más, días menos- los polluelos impacientes por salir pican el huevo y luego de varias horas salen muy entorpecidos y totalmente dependientes de los padres, de calor y alimento. Es la época más difícil para ellos, las skúas, ansiosas, tal como hienas en África, esperan pacientemente que uno de los pingüinos padres se descuide y así poder robar uno de los mostrencos polluelos de sus nidos.

Ver como los pingüinos dan calor y alimento a los polluelos es una escena de ternura máxima,cada vez que los polluelos lo piden con pequeños y rápidos picotazos en la punta del pico de los padres, estos hacen una especie de arcadas y luego abren el pico para dar el regurgitado a los polluelos, es una escena que emana un instinto parenteral grandioso.

Cuando llega la pareja de su forrageo diario, después de secarse y ubicar mediante el canto a la pareja, la saluda con abres y cierres de pico y una especie de reverencias que dan a entender la felicidad de verlo nuevamente, inmediatamente el que ha cuidado a los polluelos sale cuidadosamente y el que recién llega se posa sobre ellos y al instante empieza a regurgitarles el alimento.

Poco antes de los 25 días, los polluelos osados se alejan cada vez más de sus padres. En ocasiones estos despistados no saben volver y los otros padres reconocen inmediatamente el foráneo y lo picotean hasta alejarlo de su nido. Cuando la nieve se derrite, el barro se impregna sus plumas y los desconcertados polluelos muchas veces son acabados por los depredadores.

Pasados los 30 días los polluelos ya pueden permanecer en lo que se conoce como guarderías, a esta edad ya las skúas no pueden levantarlos en el aire y llevárselos. Se juntan en numerosos grupos que son cuidados por un par de adultos y así son padre y madre los que salen a alimentarse para poder así regurgitar la colecta a los ya grandes y cada vez más comilones polluelos.

Su plumaje lo cambian a los 100 días aproximadamente y desde acá pasan definitivamente a independizarse de sus padres para pasar a la vida acuática. A seguir luchando para, esta vez, no ser devastados por los grandes depredadores acuáticos, focas leopardos, lobos marinos y orcas, fauna que existe gracias a mis queridos pingüinos.

martes, 17 de mayo de 2011

Un Paraíso de Eterno Blanco




Bahía Paraíso
por Daniel González Acuña

Llegar a Bahía Fieldes en la isla Rey Jorge es emocionante, el paisaje no es comparable con nada, existe un constante viento frío, muchos pingüinos y una impresionante masa de hielo rodeando las numerosas bases ahí presentes.

Base Frei, INACH (Chile), Bellinghausen (Rusia), Chang Chen (China), Artigas (Uruguay), Arctowski (Polonia), Ferraz (Brasil) y Jubany (Argentina); es como se dice territorio de todos y a la vez de nadie...

Sin embargo, esto no deja de incomodar. En este punto se percibe en su máximo grado la presencia humana. Construcciones lesionadas por las inclemencias meteorológicas, cañerías y mangueras al descubierto, basura, caminos por doquier, vehículos -cuadrimotos, aviones, helicópteros, sodiac y barcos- que merodean este ambiente que pasa así a ser uno de los más intervenidos del continente helado.

Afortunadamente no fue lo único que vi. Debido a que nuestro proyecto involucraba estudiar enfermedades de los pingüinos en distintos ambientes, los intervenidos versus los prístinos, así como localidades latitudinalmente distanciadas unas de otras, nos movilizamos más al sur, cerca de 400 kilómetros en dirección al polo.

Abandonamos las Shetland del sur y entramos en la llamada Península Antártica. Debido al mal clima, el rompehielos Almirante Viel de la Armada, llegó con un día de atraso. Su misión era transportar investigadores que bajaban en distintas localidades del recorrido, nosotros nos bajábamos en el punto más austral del recorrido.

En estos dos días de viaje, cruzamos a la base O ́Higgins en búsqueda de un helicóptero, bordeamos la isla Nelson, isla Robert, isla Livingstón, isla Decepción, Trinidad, bajamos en la isla Barrientos... Las ballenas jorobadas no me dejaban tranquilo en los cómodos y cálidos salones de este barco y me incitaban a salir a entumirme para contemplarlas, confiadas mostraban su grandeza en las cercanías del barco. También acompañaban este espectáculo cientos de pingüinos, petreles moteados, golondrinas de mar, gaviotas y las infaltables skúas. El amanecer del segundo día de este recorrido, fue uno de los espectáculos naturales más maravillosos que me ha tocado presenciar.

Entramos al Estrecho de Gerlache entre fiordos y grandes témpanos y después de bordear la isla Lemoire cruzando por el canal Lienten, llegábamos a una de las colonias más importantes de pingüinos papua, la bien denominada “Bahía Paraíso”, lugar donde haríamos el primer gran muestreo.

Acarreando un pesado freezer que nos permitiría congelar las muestras virales a menos 80°C, tres cajas con tubos, tórulas, caldos de cultivo, jeringas, y demáses, nos bajamos entre los millares de pingüinos que sin temor al humano, se encontraban en plena nidificación, los más atrasados estaban construyendo sus nidos, otros incubando huevos y la mayoría ya alimentando sus dos torpes polluelos, un espectáculo natural conmovedor.

Llegamos a la base Gabriel González Videla, nombre que honra al primer presidente a nivel mundial que pisó territorio antártico en febrero de 1948. Es una base construida por la Fuerza Aérea de Chile (FACH) e inaugurada el 12 de marzo de 1951, constituyéndose así en la primera base que la FACH estableció en este territorio. Inicialmente la misión fue realizar actividades científicas relacionadas con la meteorología, oceanografía y glaciología. Hoy en día cumple funciones de capitanía de puerto de la Bahía Paraíso y como refugio para exploradores y científicos.

Ahí nos esperaban la dotación de 10 uniformados que hacen acá patria. Llegan en noviembre y se van a fines de marzo. Estar acá, es un regalo invaluable, en esta época no oscurece, el sol da vueltas por arriba sin dejar nunca de alumbrar, es algo extraño.El lugar es maravillo, un callejón de altos montes con nieves eternas que llegan hasta el mismo mar, glaciares que con estruendosos golpeteos sueltan los inmensos bloques de hielo que pasan a formar los cientos de témpanos que circulan por el mar y que se han visto aumentados estos días ya que el tiempo ha estado excelente, casi se puede circular a la intemperie sin chaqueta.

Ayer hubo luna llena, cuando salió tras el monte Lacaze Dutthiere, el sol aun alumbraba tenuemente reflejando un color rojizo en un aplacado mar. La luna brillada en el mar, los témpanos, combinado con los pingüinos emitiendo un hermoso bullicio, convirtió el ambiente en algo conmovedor, realmente sublime. Bahía Paraíso es lo que siempre imaginé de la Antártica, un infinito blanco, mar lleno de témpanos, miles de pingüinos y pocos humanos... realmente un paraíso.

lunes, 9 de mayo de 2011

El Hombre del Hielo




Hace algunos días, con motivo de la cuadragésima octava reunión del Consejo de Política Antártica, un nombre pasó casi desapercibido entre quienes lideraron la instancia gubernamental. Se trata de Alejo Contreras -experto en una disciplina poco conocida llamada Nivología- quien recibió un reconocimiento a su labor de manos de cuatro ministros de estado, que acudieron a Puerto Williams a constituir por primera vez ese consejo fuera de Santiago, y como símbolo de la toma de decisiones en terreno que impulsa este gobierno.
En la oportunidad el reconocido explorador solo se remitió a decir: "Tomé con sorpresa la noticia porque uno no espera que va a ser reconocido. La verdad es que estoy nervioso por el homenaje y porque en mis viajes acostumbro a ver a pocas personas y estar en lugares muy desolados".

En la próxima crónica de nuestro colaborador Doctor Daniel González Acuña, se relata el encuentro con este curioso personaje del continente antárico.

Alejo, el hombre antártico.
por Daniel González Acuña.

Alejo Contreras es una persona que no pasa desapercibida. Tiene una frondosa y larga barba blanca mezclada con lo que fue su barba roja, su piel está curtida por las inclemencias del clima antártico, enjuto y de cara larga, me recordó al legendario Edmund Hillary, primer hombre en pisar la cumbre más alta del mundo, el Everest. 

Y bueno, Alejo no se queda atrás, fue el primer chileno y el vigésimo séptimo en el mundo en llegar “caminando” al polo sur. Para gozar de este privilegio, tuvo que recorrer 1.380 kilómetros, lo que le costó 97 días de su vida. Junto a otros 7 expedicionarios, tuvo que arrastrar un trineo de 422 kilos, principalmente con combustible para poder derretir nieve y así hidratarse. Con mucha sencillez cuenta que no fue el frío ni el viento lo que más le molestó de esta larga travesía, sino que la interminable monotonía del paisaje, un sempiterno fondo blanco, que parecía no acabar.

Estudio en el colegio alemán de Santiago y siempre le interesó el blanco de las montañas, tanto así que se especializó en la nivología, ciencia que se encarga de medir la rutas, el agua, densidad y estabilidad de la nieve. Ahora trabaja hace 28 años en la empresa DAP, aviones que desde el extremo austral del continente sudaméricano vuelan a Isla Rey Jorge, lugar donde pasa toda la temporada turística. El resto del año, está en Punta Arenas, viajando a distintos puntos del globo y también a las termas de Chillán, donde residen sus dos hijos y su esposa.

Como activo socio del Cuerpo de Socorro Andino, viajó el año 1981 por primera vez a la Antártica como representante chileno ante el tratado antártico en una expedición no gubernamental. En esa ocasión subió por primera vez el mítico monte Vinson, que con 4.870 metros es el punto más alto de la Antártica. Lo ha subido en 16 ocasiones, una de estas acompañando al legendario y conocido montañista italiano Reilnod Messner, con esto el afamado montañista completaba el proyecto “siete cumbres”, y se convertía en el primer hombre en subir las siete cumbres más altas de cada continente. También acompañó a esta codiciada cumbre a Steve Foset, el primer hombre en dar la vuelta al mundo en globo y también el primero en cruzar en avión sin parar los poco más de 40 mil kilómetros perimétricos de la tierra. Así mismo, acompañó en el año 1989 nada menos que a Niel Amstrong, el primer hombre en pisar la luna.

Subió el Aconcagua, el Ojos del salado, el Logan (el más alto de Canadá, con 6550 m.), ha sido el primer hombre en ascender el monte Baugon, el Quin Mond, ambos en la Antártica. Alejo, anda todo el día corriendo, y en una de esas cortas pausas que hace en la estación de investigación de la Base Escudero en Villa Las Estrellas, he podido escuchar sus historias.  


Cuenta que llegar al polo norte no tiene gracia, llegué en un rompehielos. Sin embargo, al polo sur no fue fácil, me contó, estuvimos más de tres años planificándola, y el costo superó los 500 mil dólares, financiamiento que conseguimos con los 5 turistas que iban en el grupo, un hindú, dos norteamericanos y dos norteamericanas, primeras mujeres en llegar al polo sur caminando. Cada uno pagó 100 mil dólares. La autorización para hacer esta travesía la obtuvimos después de comprobar que teníamos tres aviones canadienses capacitados para aterrizar en nieve que debían estar en las cercanías esperando por un posible rescate... 


Y mientras uno más habla con Alejo, más sorprende. Le gusta la caza y por lo mismo en sus tiempos libres va de caza a sud África, en busca de los jabalíes, son los más baratos, me dice... también le hago a los Caribúes en el polo norte... ¿Has estado en algún rescate?, le pregunto... claro me dice, estuve en el rescate de los militares de Antuco, y también en el de los alemanes del Osorno (ahí murieron 7), acá en Antártica, cerca de la base O ́Higgins en el que un trineo cayó a una grieta, y... bueno, preocupado del vuelo que llegaría en poco rato, se fue raudo con su liviana ropa, blue jeans y boina, algo delgado para el frío de estas regiones.

lunes, 2 de mayo de 2011

Latitud 62º Sur




Base Escudero
por Daniel González Acuña

Ya en el avión, ver desde el aire esta gran mole de hielo fue emocionante, un paisaje no comparable con nada, poca tierra rodeada de grandes bloques de hielo en todas direcciones.

Un mar descontrolado con un viento ininterrumpido, helado, que cala los huesos, esta es la Antártica, verano por cierto, en invierno no se puede hacer nada más que encerrarse en las numerosas bases acá existentes, salir es un martirio.

La mayor concentración de pobladores chilenos de la Antártica se encuentra en las denominadas Shetland del Sur, las islas más septentrionales del continente antártico. Específicamente por ahora estamos en el extremo sur de la isla Rey Jorge. Es uno de los lugares más visitados por turistas, son los lugares más atractivos, hay numerosos fiordos, montes y por lo mismo más fauna, principalmente pingüinos que nidifican en los lugares abandonados por el hielo.

Los turistas antárticos se calculan en cerca de 50 mil visitantes por temporada -que va desde octubre hasta marzo- época en que, si el tiempo lo permite, se puede incluso hasta tener un día con sol (eso si, sin superar las bajas temperaturas). Acá llegan barcos y aviones de todos lados, principalmente de las dos más importantes ciudades del sur de Sudamérica, Ushuaia en Argentina y Punta Arenas en Chile.

Al aeropuerto March llegan unos 500 turistas que generalmente vienen en un crucero que se estaciona en Punta Arenas, unos van a las Torres del Paine, otros van a la isla Magdalena y otros deciden ir a la Antártica. Después de pagar 3.600 dólares en un vuelo de dos horas llegan a la península Fildes, donde está Villa las Estrellas de personal de la Fuerza Aérea, la Base Escudero de INACH, y la Capitanía de Puerto de la Armada, luego hacen paseos en zodiac, ven las pingüineras y los hermosos glaciares. Pasadas unas tres horas de pisar el continente blanco, vuelan de vuelta a Punta Arenas y se van felices con el timbre que estampan en su pasaporte en donde confirman que estuvieron en la Antártica.

En un aterrizaje bastante suave en una pista de tierra aterrizamos en el aeródromo March, en la Base Presidente Frei. Después de sacar los bultos del avión, y cargarlos en los vehículos, caminamos un par de kilómetros para llegar a la Villa las Estrellas, poblado con 47 habitantes (casi todos uniformados), y poco más allá la base Escudero de INACH (Instituto Antártico Chileno).

Hay un banco (BCI), un correo que abre una hora al día, una posta, un pequeño gimnasio que es para los uniformados... No hay almacén, ni mall, ni semáforos... Empecé a darme cuenta como era la cosa, hay bases de distinta procedencia en el mismo lugar. En villa Las Estrellas, un río, el Mapocho para los chilenos y Volga para los rusos, separa las bases chilenas de las rusas.

La base Escudero -destinada principalmente para alojar investigadores que durante la temporada llegan a realizar sus colectas y observaciones- tiene una capacidad para alojar sin problemas a 26 investigadores, sin embargo, esta vez seríamos 34, ya que muchos, entre ellos nosotros, íbamos de paso esperando conexiones que nos trasladarían a otras bases. Quedamos finalmente durmiendo en catres de campaña, cinco personas en una pieza, tres chilenos, un alemán y un español.

La base cuenta con varios edificios, unos destinados como dormitorios con cómodas habitaciones dobles, calefaccionadas, tres laboratorios, con las condiciones para realizar algunas actividades, y un salón donde se come con un par de largos sofás donde se puede ver cómodamente, con vista al mar, la película de turno o trabajar con un lento Internet. Tenemos un horario para las comidas, y una encargada de base que es la que regula toda la logística para que los investigadores puedan acceder a cada uno de los lugares propuestos en sus proyectos.

El INACH cuenta con zodiac, cuadrimotos, conexiones con FACH para los vuelos en helicóptero y radios que cada uno de los que salen de la base deben llevar e informar a la jefa de base sobre cada una de las actividades que se realicen.

Hay todo tipo de temas en las mentes de esta gente, unos preocupados de encontrar evidencias de vida en las piedras antárticas, otros preocupados de la radiación, el magnetismo, de los musgos, líquenes, helechos, otros que buscan en los fondos marinos las relaciones genéticas entre la fauna antártica y sudaméricana, algunos sobre el efecto antrópico en la contaminación del ambiente y nosotros de la conservación de la fauna silvestre, evaluar el estado sanitario de los pingüinos, los emblemas vivientes de este continente.